Los hoyuelos de su sonrisa
Se sienta en el suelo, cruza las piernas, y el frío empieza a subirle por la espalda mientras un pájaro se acerca a ella buscando las migas de pan que ha traído el viento, y que a su vez toca su rostro y se cuela en los hoyuelos de su sonrisa.
Tiene la cabeza un poco aturdida por los giros inesperados que están sucediendo, así que ha decidido subir a la terraza a ver los girasoles que están creciendo, y a sentir la paz lejos del ruido de los coches, del gris de las calles y de los edificios que tapan la luz.
Aunque el sol se esconda, aquí, como los girasoles, se mira, se encuentra, se alegra de verse. No sabe mucho de ella misma, pero no necesita saber más mientras se levanta, observa las plantas, les quita las hojas secas, las riega, las atiende.
Mientras fuera todo cambia y a veces los acontecimientos desdibujan los hoyuelos de su sonrisa, bajo este espacio de cielo sonríe, siempre sonríe. No encuentra motivos para no hacerlo. Se siente a salvo, siente la calidez, la armonía, el instante que la acoge, que la mece, que la cuida.
Si pasas por aquí y te apetece, puedes entrar. Escucharás las campanas sonando a las tres, los pájaros cantando por encima del sonido que provoca el vecino mientras lija la madera, la brisa que calma la mente del bullicio y el alma del desconsuelo.
Tal vez después no querrás marcharte. No importa. Puedes quedarte. Verás la vida floreciendo, la conciencia despertando, el cuerpo tomando la forma que perdió cuando todavía se enfrentaba a él mismo, hasta lograr dibujar de nuevo los hoyuelos de su sonrisa.
Verás que la paz es esto. Es ahora. Es a pelo.