Amigos
Acaban de llegar a la cafetería. Hace meses que no se ven. Son amigos, se conocen desde el instituto, y aunque las circunstancias han distanciado sus encuentros, cuando lo hacen no perciben el recorrido del tiempo ni del espacio que les separa.
Ya hace años que han sustituido sus habituales cenas desmedidas, por desayunos más comedidos. Les sirven un biquini con el café con leche, y manifiestan su intención de empezar a hilar los acontecimientos desde donde lo dejaron la última vez que se encontraron.
El orden dura lo que una caja de juguetes organizada cuando llegan los niños a casa. Enseguida sacan todos los temas del baúl y los esparcen sobre la mesa. Van de uno a otro, y la conversación acaba por ser un ir y venir de pelotas en una mesa de ping-pong.
Les van bien las cosas. En fin, con sus más y sus menos, con sus asuntos, sus temas pendientes, sus preocupaciones, sus no acabar de ver claras algunas cosillas. Con las cosas de todos y de cada uno…
Rondan unos minutos alrededor de las dudas, lo suficiente para expresarlas y dejarlas encima de la mesa con todo lo demás. En un momento pasan a sus anécdotas comunes, a sus hobbies, a todo aquello que les gusta por encima de lo que les asusta.
Y entre lo que les gusta, idean que tal vez podrían volver a hacer una escapada juntos. Ponen fecha en el calendario y destino en el mapa. Marcan las ciudades que visitarán, lo que verán en ellas, los restaurantes a los que les gustaría ir e incluso lo que pedirán cuando estén allí.
Planean sus vacaciones sin todavía conocer si podrán llevarlas a cabo. Pero una cosa saben, mientras se ilusionan con sus preparativos, sus titubeos pasan a ser secundarios y su seguridad el motor de su conversación, de su amistad, de su risa.
Quién sabe, tal vez no lleguen a hacerlo, pero sólo con pensarlo ya casi lo están viajando. Sólo con planearlo lo están disfrutando. Qué importa si finalmente pueden reservar alojamiento. Si lo harán con almuerzo o sin él. Qué más da mientras puedan repetir estos desayunos en Madrid. Mientras puedan seguir desperdigando sus inquietudes sobre la mesa para que solas se vayan organizando y tomando el lugar que les corresponde.
Entre amigos, ni lo tan importante es primordial, ni lo tan secundario es insignificante. Entre amigos la sinceridad recoge todo aquello que han extendido sobre la mesa, la complicidad lo acoge y el afecto lo enlaza de nuevo.
Y salen de la cafetería sin saber cuando podrán volver a coincidir sus agendas. Cogen sus maletas cargadas de entusiasmo, y como si ya hubiesen hecho ese o cualquier otro viaje, casi pueden sentir aquel vacío extraño de cuando vuelven de vacaciones, y esos días no podrían haber sido ni un poquito mejor, y ya empiezan a formar parte del pasado y parte de ellos.