La primera noche
Salen todavía con el pelo mojado después de haber estado toda la tarde en la playa, y pasar por el hotel a darse una ducha. Andan risueños porque es la primera noche que van a salir a cenar.
A estas calles todavía les quedan unas semanas de luz y de paseos nocturnos. De calles repletas, de tiendas de artesanía abiertas hasta tarde.
La ducha después de un baño en la playa, les ha dejado esa sensación de haber limpiado algo más que la piel. Y es que también el alma se asea un poco. El agua de mar se lleva el peso de los días de invierno y el sofocante calor de los días de verano.
Ahora van ligeros, de la mano, y en busca de esa mesa que han reservado para celebrar su aniversario.
Este es el primero de los cuatro días que van a pasar en este pueblo de costa, y también la primera vez que viajan solos desde hace varios años.
Los hijos parecen haber crecido de un día para otro, y ya los viajes en familia se han ido distanciando en el tiempo.
Han venido contentos, dispuestos a disfrutar de su nueva soledad y de una tranquilidad que ya les es completamente ajena.
Les da un poco de vértigo la distancia, y ver que sus hijos ya organizan sus propias vacaciones, pero nada quieren más que su felicidad, aunque eso suponga un huequito vacío en sus almas.
Desde que aprendieron a mantenerse en pie, todos sus propósitos han ido destinados a que algún día corrieran libres, adueñándose radiantes de sus propias vidas.
El camarero que les sirve podría pensar que es una cena cualquiera, y que tienen poco que decirse, pero en realidad, hablan de nada porque a veces nada importa.
No necesitan palabras que definan toda esa espera, todo ese contraste, todo ese silencio, toda esa intimidad.
Se miran con brillo en los ojos porque quieran o no, este es su momento. El de enfrentarse de nuevo a ellos mismos. Temblorosos pero satisfechos. Algo inquietos pero serenos.
Esto les devuelve la paz que la rutina sin querer les ha ido arrastrando.
Las palabras van surgiendo. La conversación se va hilando como ese jersey que se va bordando, como ese huevo que se va agrietando, como esa dama de noche que florece durante una sola tarde para desprender en ella todo su aroma. Como ese cava que se descorcha para celebrar sus veinticinco años de casados.
No saben cómo han llegado hasta este instante, ni en qué momento han pasado tantos años de sus vidas, pero brindan por seguir aquí.
Por todos los momentos que no han sido ni son fáciles. Por todo lo que no ha salido ni sale como esperaban. Brindan porque de un modo u otro, todo está bien. Y brindan porque estos días son suyos por todo lo conseguido.
Y así, tras una copa, tras un pastel, y con todo por contar, como si esta fuese la primera noche, van a pasear estos días bajo las guirnaldas de luces que decoran las calles, y a mirarse sabiéndose orgullosos el uno del otro.