La repostería
Hace ya un tiempo que la memoria la acerca al recuerdo de cuando era niña, y soñaba con la repostería. Se sentaba en el suelo, y sobre la cama preparaba sus tartas y sus pasteles.
Ahora está dando vueltas a otra cama y a una idea que le pasea por la mente. Camina descalza sobre las baldosas a las que acaba de abrazar el sol, notando cómo todavía conservan el calor que logra traspasar sus calcetines, y calentar la palma de sus pies.
Se le anuda la garganta. Le anuda la emoción al imaginar qué sentiría si fuese capaz de llevar a cabo su sueño. Fantasea con la ilusión de imaginarse en su cocina preparando aquellos pasteles que ya de niña, se aventuraba a elaborar.
Lo que sentiría es pura satisfacción.
Olvidó su ilusión y la pasión con la que cada tarde se ponía aquel delantal y aquel gorro de un disfraz de cocinera, para saberse la mejor repostera que podía llegar a ser.
Hoy se dedica a dar clases de inglés. Están con los oficios, con la importancia y la utilidad de cada uno. Están creando sus redacciones sobre la profesión a la que les gustaría dedicarse.
Dando vueltas a la cama, piensa en las horas que ella destinó a jugar montando la cocina donde elaborar sus obras de repostería.
Iba a la cocina, acumulaba todos los ingredientes necesarios que se llevaba a la habitación. Los ordenaba, los combinaba a su gusto, y horneaba sus masas sin plantearse si estaban bien o mal.
Decoraba tartas, galletas y pasteles, que después exponía en su escritorio y ofrecía a sus padres y hermanos.
La humedad va enfriando las baldosas, pero su mente está volando tan alto que no nota el frío en los pies.
Se pregunta que podría pasar si lo intentase. Si sería capaz de asumir el riesgo de dejar su trabajo y probar de llevarlo a cabo.
Se asusta. Se asusta y se emociona a la vez. Entremezcla el miedo con la felicidad, y le da por pensar que la combinación de ingredientes es perfecta.
Esta vez, en lugar de exponer los dulces que apasionada mostraba en casa, tantea la opción de creerse capaz, de dar hoy el primer paso que siempre deja para mañana.
Mañana, tiene otra gran tarea. La de traspasar a sus alumnos, la importancia de conservar esas redacciones, que son sus ilusiones, para recordarlas si algún día se pierden en la memoria.
A ella se le traspapeló, pero ha vuelto a encontrar la ilusión. Va a coger las varillas de la repostería, a encender los hornos y de paso a calentar sus pies congelados.