Despedidas
La vida, las circunstancias, los hechos, a veces nos encaminan a despedidas. A lugares desérticos en los que allá donde mires hay llanuras de silencio pintadas de colores cenizos, que te dejan el alma tiritando.
La partida se hace lenta, pero constante e imparable. Nada parece poder detener la marcha de aquello que sentimos que nos abandona.
Lo que en principio lo abarca todo, nos envuelve, nos protege, nos sustenta. Lo que parecía que nos sostenía en pie, empieza su despedida.
Como piezas de ropa que parece que nos quitan de encima, desabrigándonos, dejándonos a la intemperie, sin protección, sin aislamiento.
Como si un huracán a nuestro alrededor nos despojara de todo cuanto tenemos y creíamos que nos pertenecía.
Quedamos temblando, arropados ahora por un miedo que tiene la labor más importante de su vida. La de protegernos ante todo aquello que nos atemoriza y nos deja indefensos.
Ahora él es quien toma protagonismo. Es a quien nos abrazamos con todas nuestras fuerzas para que no nos abandone. Es todo a cuanto podemos agarrarnos para que el ciclón no nos arrastre.
Y el temor se queda y se hace grande. Y lo abarca todo y se va amoldando. Hace de nuestro corazón el salón de su casa, se queda con la habitación principal y se acomoda en el sofá con los pies sobre la mesa.
Y nosotros, que tanto le pedimos que aguantara cuando era lo único que nos quedaba y podía abrigarnos, de repente lo sentimos enquistado y ocupando tanto espacio, que ya no podemos dejar entrar a nada ni a nadie.
Pero un día nos atrevemos a mirarle y él nos devuelve la mirada. En el calor del acercamiento agacha levemente su cabeza, concediendo una oportunidad a la osadía.
La vida aprovecha para colarse entre las grietas del desierto. Avanzando despacio, con la misma lentitud con la que marchamos nosotros tras tantas despedidas.
Se abre paso llegando a nuestros pulmones como una bocanada de aire, que nos salva de la sequía de las tierras áridas que lo inundan todo.
Y ahí, ahí empieza nuestro despojo. Nuestro cambio de piel. Nuestro desanudar las telas que cubrían el corazón remendando las heridas. Nuestra desprotección que nos permita rasgarnos y renacer de nuevo.
El miedo se va despidiendo reservándose un huequito para que de vez en cuando sepamos que está ahí. Ahora acepta que la vida lo cubra como un manto de flores que se abren y florecen tras cada invierno.
Restan las despedidas de los que se fueron. Que como el miedo se quedan, y como el miedo se cubren de flores que adornan nuestras almas lastimadas pero bonitas.
A veces tristes, pero con sonrisas que frenan nuestras lágrimas. A veces doloridas, pero con fuerza para abrirse de brazos y alzarse de nuevo. Con agradecimiento, con amor, con humildad.
Tras cada despedida queda la vida, siempre queda la vida.
4 thoughts on “Despedidas”
Con cada relato aprendo cosas y me emociono.¡ Muchas gracias! ????
Muchas gracias a ti por estar siempre ahí Lidia! 🙂
Muy bello!
Muchas gracias Lluís!