Tiritas de corazones
De pequeña se recuerda como una niña bastante alegre, pero con el tiempo, algo se ha ido apagando en ella. Los de fuera no lo perciben, pero hay algo que echa de menos.
Le gusta la ciudad, su familia, salir con los amigos. Le gusta el chocolate, bailar, y sentarse con una manta en invierno a leer un libro. Disfruta de su vida, pero a su vez, la acompaña esa añoranza que no sabe definir ni encuadrar.
Hace tiempo que le da vueltas.
Hoy se ha plantado.
Quiere comprender lo que le sucede. Cuál es el motivo que provoca, que cuando menos se lo espera, ese sentimiento la entristezca y la apaga de nuevo.
Ha ido a conocer a una terapeuta que le han recomendado, y la acompañará en este proceso.
Con ella descubrirá que se trata de una emoción anclada de la infancia. Un sentimiento de cierto desabrigo que ella desconocía. Nada ruidoso, pero aún así doloroso.
De niños solemos cargar con todo aquello que creemos que es de nuestra responsabilidad, lejos de comprender que son cosas demasiado pesadas para nuestros pequeños cuerpos.
De mayores, eso ya formará parte de nuestro organismo, y requerirá de algo más de esfuerzo para localizarlo e interpretarlo. Y sobretodo, para sanarlo.
Así que sin más, se deja guiar.
Al empezar a hablar, sus palabras empezarán a brotar, andarán solas, y como por arte de magia, la conducirán muy dentro de su ser, hasta topar con esa emoción.
En principio no sabrá que hacer con ella ni como gestionarla. Sentirá la incomodidad, querrá huir, pero una vez allí, ya sólo podrá mirarla fijamente. Y al mirarla, reconocerá conmovida, que son los ojos de la niña que fue, cansados de tanto esperar.
Le dará la bienvenida mientras la sienta en su regazo. Peinará su pelo rizado fijándose en los raspones de sus rodillas. Se alegrará de haberla encontrado, sorprendida por el amor que instantáneamente sentirá hacia ella.
Le curará las heridas y le pondrá tiritas de corazones, y cuando al fin, relajada, sonría, le expresará con compresión, que ya no hay motivo para estar triste.
En su momento ese sentimiento las ayudó a sentirse protegidas, sin embargo, ahora las cosas han cambiado, y ya no será necesario cargar con toda esa añoranza.
Le expresará su intención de ir a buscarla, si algún día se siente rechazada de nuevo. La sostendrá, se acompañarán e irán de la mano. A fin de cuentas, forman parte la una de la otra.
Se despedirán tranquilas, y eso parecerá trasladarlas a un lugar de paz.
Al volver de ese largo viaje le costará moverse. Sobrecogida por lo cerca que estaba, y en cambio, todo el tiempo y el esfuerzo que le habrá supuesto llegar hasta ella.
Con los días se irá notando más ligera, se sentirá bien sin motivo aparente, y hasta la ropa le sentará mejor.
Mirará al frente, orgullosa de ella misma. Dispuesta a recoger los frutos que estarán ya creciendo, donde un día, por no quedarse sentada sin más, se atrevió a sembrar, a cuidar, y a darles el tiempo, el agua y la luz necesaria para brotar.