Es el sufrimiento
Está llamando a su puerta, pero no va a abrir. Sabe que es el sufrimiento preguntando de nuevo por ella, pero no le quedan más ganas de encontrarse con él.
Mientras tanto, se ha puesto a cortar cebolla en su cotidianidad, y ha llorado el rímel, que a su vez ha hecho llorar al colorete.
Por razones obvias, ahora mismo la palabra elegante está lejos de definirla, pero no le importa, se siente barquito de papel en medio de un día claro y del mar en calma.
De hecho, la cebolla la ha ayudado a camuflar los ojos hinchados del llanto anterior. Pero eso ha sido antes. Antes de que pronunciara una sola palabra, que es todo cuanto tenía que decir.
NO va a volver.
No quiere sentir más esa sensación de que le falta el aire. Ni sentirse presa como un tigre tras la reja de un zoo.
Siempre ha sido de recurrir a la nostalgia para sentir cierto poder en su interior. La intensidad de la añoranza puede ser infinita, igual que el sufrimiento que le provoca tanto recuerdo.
Si se pone con eso de rememorar antiguas batallas perdidas, pueden surgir motivos como pompas de jabón.
Pero los zoos ya no están de moda, y los sopladores de burbujas, tarde o temprano, se quedan sin jabón.
Sabe de lo que habla, ha bufado mil veces esos “chismes” buscando la burbuja perfecta en la que resguardarse, pero ya no queda nada que pescar, ahora sólo queda agua.
Y si de algo entiende el agua, es de colarse en cada rincón, de dar vida, de calmar la sed.
Ahora que su pompa ha estallado y se ha convertido en gota de agua, le queda fluir. Fluir con la vida, con los acontecimientos, los imprevistos y las sorpresas.
Le queda fluir hasta llegar al río que desemboque al mar, y una vez allí ser barco de papel.
Y navegar. Navegar y volver a decir “no”, a ese sufrimiento que es la jaula de zoo en la que se ha instalado, y no por un dolor de la vida, sino como opción a ella.
Frenar a esa vocecita dentro que la arrastra al victimismo y a la pena, y la ha llevado a no poder más de ella misma, ni de vivir en el pasado.
Ya no puede culpar más a lo externo, la causa del dolor quedó atrás hace tiempo, y ya no tiene previsto darle más la razón.
El sufrimiento ya ha cumplido su propósito. Ahora sólo ansía ser barquito de papel, y formar parte de una pompa más grande llamada vida y llamada presente.
Y dejar que la cebolla haga caer sus lágrimas teñidas de maquillaje, sabiendo que ya no hay nada que camuflar. Que la cebolla hace llorar, pero la vida también da para hacer el pino puente en ella, y echar a reír.
Reír fuerte, reír con ganas, reír con o sin motivo, y reír llorando. Cualquiera de sus formas le basta para transformar el dolor en pompas de jabón que se lleva el viento.