Las arrugas de su frente
Notarás que eres tú porque verás desaparecer las arrugas de su frente. Por algún mecanismo que se pone en marcha cuando te tiene delante, y que desconoce, cuando te mira se abre su frente, se expande su rostro. La misma tirantez de su piel provoca que se extiendan sus arrugas, pronunciadas de tanto fruncir el ceño.
Le da pudor mirarte si le devuelves la mirada y se enrojecen sus mejillas si te tiene demasiado cerca. Como si le hubiesen pillado copiando en un examen, o llevándose algo que no es suyo. Como si le abrumara tu mirada y no pudiese contener la intensidad de lo que transmite.
Lleva tiempo preguntándose que extraño engranaje se activa en ella, para llevarla de vuelta al comportamiento de cuando tenía siete años y en clase le hacían preguntas de las cuáles desconocía no sólo la respuesta, sino también el significado de las palabras que la integraban. Sí, esa era ella, y esa vuelve a ser cuando te ve.
La diferencia entre su yo de siete años y su yo actual, es que hoy ha querido ir un poco más allá. Esta asignatura le resulta mucho más interesante y no va a negar que le puede la curiosidad.
Ha mantenido tu mirada hasta que el rojo de sus mejillas ha pasado a su color habitual, el de un colorete desteñido, ya hacia el colofón del día. Si al final ha bajado su cabeza, ha sido por pura emoción y rendición.
Te admira. De eso no cabe duda. Le cautiva tu solidez, tu capacidad de sacar pecho ante la vida, de admitir que hay días que no hay agua caliente que te quite el dolor de encima. Le deleita ver cómo, cuando se pronuncia la subida ante ti y tus piernas ya no son capaces de empujar los pedales, bajas de la bici y subes con ella despacio y a cuestas, pero subes. Cómo se tuercen tus tobillos en terrenos rocosos, pero sigues. Le asombra la forma que toman tus acciones, tus voluntades y tus decisiones. Tu risa, tu fuerza y tu rabia.
Y ahora llega a ese punto, en que no sabe cómo expresar lo que hace un rato ha sostenido su mirada. Que si la dirección de sus ojos se aparta, si sus mejillas se sonrojan, si desaparecen las arrugas de su frente, es por el reparo que le da estar deslumbrando en ti, algo que también le concierne a ella.
Le resulta sencillo reconocer y exponer con total tranquilidad aquello que no le gusta de ella misma, y siempre le parece más complejo admitir que si ve lo bueno de ti, será que tal vez, algo de eso es suyo.
Que debe admitir que se sonroja al ver que también le pertenece, también puede reconocer, y también admira esa parte de ella.
Para declarar lo malo suele faltarle tiempo, pero le cuesta encontrar el momento de acatar, que tal vez es hora de compensar esa parte, y empezar a observar lo bueno que habita en su ser.
Que dejarían de marcarse las arrugas de su frente, de dejar que resonara en su mirada lo que a diario ve en la tuya.
Lo sé, sé que lo que le fascina de ti, es exactamente lo que a ti te asombra de ella, pero es que acostumbra a ser más fácil dejar lo bueno para los demás y lo malo para uno mismo. Pasa que el reflejo de tu paraje bondadoso, no difiere tanto de lo afable que observas en el suyo.
Estate atenta a lo que te gusta de ella o de cualquier otra persona, porque probablemente estés teniendo delante la representación de lo que te gusta de ti y no te permites ver ni apreciar ni valorar.
Estate atenta, porque todo eso también forma parte de lo que te compone.