Los pensamientos

Los pensamientos

La-rueda-de-los-pensamientos

A través de mi ventana veo su luz encendida al otro lado del edificio. Son las tres de la madrugada. Le pesan los ojos. El cansancio y el sueño se le acumula en los párpados, los cuáles percibe mucho más hinchados de lo que deben de estar en realidad. Si los deja caer, le cuesta esfuerzo subirlos de nuevo. Y mientras tanto, en la cabeza, se aglutinan los pensamientos. Han formado una rueda perfecta. No son muchos, pero están en incesante circulación y en constante conflicto con ellos mismos, discutiendo entre lo que son y lo que creen que deberían de ser. Acaban, y vuelven a empezar, transitando una rotonda sin salida.

Él se desespera esperando que alguno se desvíe, abandonando al fin la inercia del corrillo que han formado. Por un momento parece que uno de ellos vaya a hacerlo. No se atreve a moverse, no vaya a ser que llame su atención y le haga volver de nuevo. Sólo espera ansioso que los demás decidan seguirle, creando una línea recta de pensamientos que igual que llegan se van. Que sólo sean pensados una vez y no mil como le sucede esta noche, y que eso le permita descansar los párpados, el corazón y el cerebro. Pero entonces, uno de ellos se tropieza haciendo caer al grupo que viene tras él, e incorporándose una vez más a la rotonda sin salida.

Sirven hechos del pasado, que cansados, deben revivir una y otra vez. Escenas que ya fueron, que ya no viven, que ya no puede cambiar y que quieren dejar de rodar, pero sobre las que él todavía cree tener algún tipo de control y se resiste a concluir y a soltar. Cosas de ayer, cosas de hoy. Asuntos que aún están por llegar y desde aquí quisiera manejar, como si fuera una carrera de coches teledirigidos y tuviese en su mano el control de ellos. Como si nada, querría cambiar el pasado, controlar el presente y dirigir el futuro desde su almohada. Y con tanta labor y tanto peso, todavía no entiende por qué está despierto a las tres de la madrugada.

Ha encendido la luz por si eso ahuyentara a la oscuridad, que es más tenebrosa, y al silencio, que es más sonoro, cuando todos duermen. Todos menos yo, que obviamente también estoy despierta. También soy esclava de mis miedos. También los sufro y me dejo arrastrar por mis pensamientos, que al igual que los tuyos, se ríen atónitos ante el poder que les damos y ni ellos mismos pueden creer. Están vacíos, están huecos y les ofrecemos el mando. No hacen nada, pero seguimos esperando que hablen y si ya no hablan, nos aferramos a lo que dijeron antes. Les seguimos alimentando y pesan tanto, que no pueden levantarse e irse, así que se quedan hasta morir de aburrimiento y sinsentido.

Y mientras tanto, el corazón querría ser quien dirigiera al cuerpo, pero se ve impedido por un ser que en demasiadas ocasiones, únicamente escucha a sus pensamientos. Hinchados, sobrealimentados y llenos de aire, y que por supuesto no serán quien se despierten tras la señal del despertador. Ahí seremos tú y yo quienes pongamos un pie en el suelo y después el otro, para ir directos al café, a las ojeras o al mal humor y desadormecerles a ellos.

A cada sorbo miraré por la ventana viendo que tu luz, como la mía, vuelve a estar encendida. Te veré pasar y sorprendida notaré que se despierta mi corazón adormecido, que esperaba paciente a ser mirado para latir de nuevo y estar presente. Donde palpita la emoción y todo ocurre sin ser pensado y sin importar el contexto.

Al atenderle se acelera su latido, aplaude y sonríe como un niño chico que espera a ser mirado, para poner en marcha su mejor baile cuando sus papás le miran, reconociendo su juego y su proeza. Deseoso de llegar a alguien más allá de su propio ser. De sentirse acogido y acompañado, y no desvalido y desprotegido. Como dejo al corazón cuando me enredo en mi propia rueda de pensamientos, que ponen palabras sin saber qué decir, y marcan actos sin saber qué hacen ni por qué.

Así que hoy, seré esa niña que sólo atiende a su latir, y en un acto del corazón te iré a buscar. Para reírnos de los pensamientos que nos quitan el sueño y no nos dejan ser. En un acto del corazón iré a por ti, para que se encuentre con el tuyo y bailen el baile que quieran bailar.

La vida nace del corazón, al otro lado del pensamiento. Como tu luz, que se enciende al otro lado del edificio.

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