Pista de baile

Pista de baile

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Te veo a lo lejos. Caminas hacia mí tan guapa como siempre. Aunque lo niegas una y mil veces, la guapura va contigo, vive dentro y brilla fuera. Tu guapura siempre está a punto para salir a la pista de baile.

Mientras tanto, al otro lado estoy yo viéndote venir algo conmovida. Hoy mis emociones se encuentran en una especie de armonía. Sienten que hay espacio para todas. No se detienen, están en constante movimiento, como la vida, que tampoco se detiene. No se pisan, no se molestan y no se agobian. Simplemente se observan las unas a las otras con curiosidad. Están en una especie de danza que permite que las emociones de los demás entren a formar parte de ellas.

Tu sonrisa ve de lejos esa armonía y aprovecha para colarse en mitad del baile, impactando directamente en el centro de mi pecho y en el núcleo de todas ellas. Al verte aparecer con tanta seguridad y con un baile tan preciso, por un momento el movimiento se ha detenido. He tenido la tentación de guardarme tu alegría en el bolsillo como si fuera un pañuelo de papel o la moneda que saco del carro del supermercado. Estoy incitada de quedármela sólo para mí.

Al darme cuenta la suelto como si no hubiese ocurrido ese pensamiento, y tras un rápido vistazo, tu alegría encuentra a la mía. Le da la mano y la saca a bailar en medio de la pista, mientras el resto de emociones, en principio, las miran con incredulidad.

Cansadas como a veces están de dejar salir a la pista de baile a la rabia, a la frustración o al miedo que no saben bailar. Que desatinan, descoordinan y lo desordenan todo. Cansadas de no reconocerlas como propias por vergüenza del ritmo que toman y de que no se auto responsabilicen de ellas mismas. Cansadas de verlas salir al centro, de que sean las que se muestren ante los demás como representantes de todas ellas. Las que se lanzan sobre aquel que pasa por su lado haciéndoles responsables de su propio dolor, y ya puestos, multiplicándolo y haciéndolo grande. En una danza cada vez más oscura, más apagada y menos rítmica.

Cansadas como a veces están de la no alegría, hoy han decidido unirse y dejar que sean las alegrías las que guíen la obstinación en que a veces se convierte la pista de baile. Que los focos pongan luz al aprisionamiento emocional en que en ocasiones no hay quien se mueva ni quien respire ni quien viva. Dejar que en lugar de ser el dolor quien se esparza sin sentido haciéndolo todo más feo, sean las coreografías que ellas se marcan, las que se propaguen entre las calles, entre las miradas y entre las pistas de baile.

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Tras la alegría, incluso el miedo, la frustración y la rabia cogen el ritmo, marcan los pasos y se unen al baile en la fiesta de las emociones.

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