Protagonista

Protagonista

Calles-vacías

Sube la persiana. El día es frío y limpio y el sol empieza a calentar. El ruido de la reja hace vibrar la calma que todavía inunda las calles, y casi se disculpa por hacerlo. Últimamente el silencio la acompaña y le tiene cierto aprecio. Va hasta el mostrador y enciende las luces de la librería. Se mueve algo distinto en ella, se siente protagonista, pero todavía no adivina por qué.

Se pone crema de cacao en los labios, resecos y agrietados. Expuestos al helor de mediados de invierno. Nota como se alivia el escozor y la sensación de tirantez al colarse el cacao entre los cortes, tragándose a su vez, parte del aroma que desprende, y pensando que tal vez eso, también le sirva para calmar las grietas de su alma.

Hoy un escritor viene a presentar su libro. Le prepara la mesa, y en ella coloca un ramo de margaritas que le ha regalado su hijo. Las coloca con cariño. Las reparte en el jarrón de manera que vayan llenando los huecos y dejándolas caer levemente hacia los lados, como si todo el ramo fuese una sola flor abierta. Esas flores representan mucho más de lo que nadie pueda imaginar. Cuando ayer vio entrar a su hijo con las margaritas mostró su sorpresa y agradecimiento, pero no fue hasta más tarde que se permitió dejarse llevar por la emoción. Hace un año que murió su marido, y los viernes, él solía llevarle un ramo de margaritas a la tienda, sabiendo que eran sus preferidas.

Protagonista-librería

Despliega las sillas que con cuidado va poniendo frente a la mesa, y expone el libro del autor al lado de las flores. A poco tiempo de la presentación la sala se va llenando y finalmente llega el protagonista. Él se sienta al lado del ramo de margaritas a explicar lo que siente, el proceso creativo, la experiencia, las historias de sus personajes, y lo que les ha llevado hasta allí. Pero todo eso está lejos de lo que sucede en el último asiento de la última fila.

Lo ocupan su madre y su emoción. Ya no teme a mostrarse, y hoy no sólo se siente orgullosa de él, también se siente orgullosa de ella.

Durante mucho tiempo algo le impedía sentir amor. Experimentaba algo parecido que después comprendió que no era lo que creía. Lo que sentía a cada paso era culpa. Por las veces que creía que no había estado presente. Por las veces que creyó que la insatisfacción de su hijo le correspondía. Las veces que no supo si ponía un límite demasiado lejos o demasiado cerca. Por las ocasiones en que no sabía mostrar lo que sentía. Por las que sintió que una situación le superaba y se rendía con el miedo ante sus ojos.

No hace mucho, logró pararse y sentir esa culpa que se escondía tras el miedo y que llevaba incrustado en lo más profundo de su cuerpo. Fue tras experimentar tal sacudida que pudo reencontrarse con la vida. No hace tanto que puede mostrar el amor ni el orgullo tal como lo siente hoy en esa silla.

Ella no es protagonista de ninguna novela. Ni tampoco la propietaria de la librería que está sentada a su lado. No se conocen, pero puede comprender su emoción hasta tal punto, que al verla llorar, a ella también se le cae una lágrima que mantenía a resguardo. Entonces lleva la mano a su bolso para ofrecerle un pañuelo, y al sacar el paquete se le cae la crema de cacao al suelo rompiendo de nuevo el silencio y la atención que todos tenían depositada en la presentación, y viendo cómo se va rodando hasta la tarima donde están el autor y su ramo.

Gira la cabeza la persona que hay sentada delante de ellas y le siguen todas las demás, que a su vez se van agachando para intentar coger su crema. Mientras la sala se revolotea, ellas se miran cómplices, y se ríen convirtiéndose por un momento en personaje protagonista de la presentación, la cuál se detiene hasta lograr volver de nuevo al orden.

Margaritas-protagonista

No son personajes principales de ninguna novela, pero las une algo más grande. Son madres emocionadas que se comprenden, sin necesidad de palabras, ante el amor que sienten frente a sus hijos. Pero también ante una vida que en este instante es mucho más cálida e íntima de lo que podían imaginar. Son mujeres reencontrándose ante la satisfacción del momento, de los días recorridos, y de los hechos que las han llevado a estar una junto a la otra, dejando rodar su crema de labios, haciendo sonar el envoltorio de los pañuelos, y permitiendo que salgan sus sollozos de llantos contenidos que hoy les posibilitan sentir de nuevo la paz.

Son madres, y aunque no son protagonistas de ninguna novela, a la vez lo son de todas.

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